Esta solemnidad (llamada Christus Rex en Latín), fue instaurada por el Papa Pío XI con la carta encíclica Quas Primas el 11 de diciembre de 1925, y después del Concilio Vaticano II ha sido colocada el último domingo del tiempo ordinario, como final del año litúrgico, para expresar el sentido de consumación del plan de Dios.
El objetivo de la misma (de la festividad) es recordar la soberanía universal de nuestro Señor Jesucristo. De esta manera, lo confesamos supremo Señor del cielo y de la tierra, de la Iglesia y de nuestras almas.
El objetivo de la misma (de la festividad) es recordar la soberanía universal de nuestro Señor Jesucristo. De esta manera, lo confesamos supremo Señor del cielo y de la tierra, de la Iglesia y de nuestras almas.
Oración
¡Oh Jesús! Te reconozco por Rey Universal.
Todo cuanto ha sido hecho,
Tú lo has creado.
Ejerce sobre mí todos tus derechos
Renuevo las promesas de mi bautismo,
renunciado a Satanás, a sus seducciones y a sus obras;
y prometo vivir como buen cristiano.
Muy especialmente me comprometo a procurar,
según mis medios,
el triunfo de los derechos de Dios y de tu Iglesia.
Divino Corazón de Jesús,
te ofrezco mis pobres obras para conseguir
que todos los corazones reconozcan tu sagrada realeza
y para que así se establezca en todo el mundo
el Reino de tu Paz.
Todo cuanto ha sido hecho,
Tú lo has creado.
Ejerce sobre mí todos tus derechos
Renuevo las promesas de mi bautismo,
renunciado a Satanás, a sus seducciones y a sus obras;
y prometo vivir como buen cristiano.
Muy especialmente me comprometo a procurar,
según mis medios,
el triunfo de los derechos de Dios y de tu Iglesia.
Divino Corazón de Jesús,
te ofrezco mis pobres obras para conseguir
que todos los corazones reconozcan tu sagrada realeza
y para que así se establezca en todo el mundo
el Reino de tu Paz.